En las cercanías de Chile Chico, ciudad fronteriza agrícola y ganadera de la región de Aysén, existe un área protegida que recibe apenas unas 300 visitas anuales siendo en su mayoría científicos y arqueólogos. Está inserta en medio de la pampa que surge como un microclima al este de los campos de hielo norte que inhiben el paso de la humedad del océano Pacífico: en medio de un paisaje acorde a los apenas 360 mm de lluvias al año, prácticamente lo mismo que precipita en Santiago.  Anímese a descubrirla y hacer de Chile Chico más que una ciudad de paso.

Dice la leyenda que en 1520, cuando la expedición de Hernando de Magallanes llegó a nuestra actual Patagonia, los exploradores se vieron sorprendidos e intimidados por una supuesta raza de gigantes cuyas imponentes huellas presumían fortaleza y corpulencia. El hombre blanco no tardó en darle el apodo de “patagones” y llamar a su tierra como “Patagonia”, concepto que trascendió el paso de los siglos, aunque polémico y sin consenso tanto etimológica cómo geográficamente.

©Jaime Gajardo
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Lo cierto es que a orillas del lago General Carrera y a pasos de la República Argentina, en Chile Chico, esa misma Patagonia de los Tehuelches (en mapudungún) o Aonikenk (en lengua nativa) nos regala la posibilidad de contemplar el campo de acción y parte del legado cultural de esta casi exterminada etnia. Un secreto ampliamente conocido por los locales pero ignorado por la gran mayoría de los visitantes que sólo pasan por el lugar en sus periplos australes.

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En la Reserva Nacional Laguna Jeinimeni, a tan sólo 25 kilómetros del centro de la ciudad por la ruta X-753, se llega a un estacionamiento en cuyo costado un cartel de madera espera paciente al viento por la llegada de algún peregrino que busque el inicio del circuito que abarca la Piedra Clavada, las Cuevas de las Manos y el Valle Lunar.

©Jaime Gajardo
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El recorrido parte en subida por un valle que se va angostando entre paredones de roca esculpidos de irregulares formas por el invisible trabajo del viento. El panorama aquí se asemeja a las altas pampas de la cordillera con formaciones vegetales que no superan el metro y medio y que sirven de alimento y refugio para animales residentes y otros en veranadas. Poco a poco, a lo lejos, comienza a aparecer una gran roca que se erige en forma de tótem justo en el medio del valle. Al acercarse se puede notar la magnitud de los 40 metros de roca sólida que son el último rastro de un pasado volcánico ya casi aniquilado por los elementos naturales.

©Jaime Gajardo
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El camino sigue por un Portezuelo en el que se ganan importantes metros y en cuya cúspide aparece en plenitud con recargados calipsos, grises y azules el imponente lago General Carrera, el más grande de Chile y segundo mayor de Latinoamérica después del Titicaca. Aquí la vista es majestuosa y no es extraño encontrarse con los cóndores y águilas que patrullan el área.

Siguiendo por el sendero, ahora en una ladera que apunta al norte, se puede llegar a la Cueva de las Manos del Río Pedregoso, monumento arqueológico y evidencia inequívoca del carácter nómade de grupos Tehuelches que dejaron gravado su paso en busca de guanacos hace más de 5.000 años. En tintes amarillos y rojizos se pueden ver las huellas del arte rupestre que representaba la presencia de animales, información sobre asentamientos, depósitos de agua y rutas de caza.

©Jaime Gajardo
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Antes de continuar la caminata desde este punto, se debe parar para encontrar el sendero que tiende a perderse en esta parte del circuito, encontrándose aquí con un par de pasadas de rocas algo más complicadas, aunque poco peligrosas si se transitan con precaución.

Finalmente se debe bajar cuidadosamente por un sendero que conduce al valle lunar, última parada y lugar que se asemeja más a los paisajes de San Pedro de Atacama que a la Patagonia.

©Jaime Gajardo
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Un gran número de rocas en tonos blanquecinos y cafés se levantan sobre el terreno dándole formas irregulares e irrumpiendo con sombras y luces sobre el paisaje. Desde este punto se debe buscar la senda que baja y retorna al sur-este hasta los estacionamientos, dando término, tras aproximadamente 8 kilómetros y varias horas de caminata, al interesante itinerario en la Reserva Nacional Lago Jeinimeni.

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Al final, los gigantes de la Patagonia no eran sino una exageración de los cronistas de la época. La verdad es que aunque fue una de las etnias con mayor altura con un promedio de 1,80 metros, sus grandes pisadas eran fruto de sus anchos calzados confeccionados con cueros de guanaco.

Sin embargo, esa grandeza patagona es posible aún observarla en el esplendor de sus paisajes, la nobleza de sus hitos geográficos y el legado cultural de sus habitantes y antepasados.

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