Luego de un mes de andar por la carretera austral de principio a fin, ya íbamos de vuelta, y aunque por esas latitudes todos los paisajes son únicos e impresionantes, es fácil malacostumbrarse e ir perdiendo poco a poco la capacidad de asombro. En esta situación llegamos a Chile Chico, casi de paso para cruzar a Argentina y comenzar el retorno a Viña. Una vez ahí pensamos: “Si ya estamos en esta, aprovechemos de ver qué hay por acá”. Así fue que llegamos al Valle Lunar de la Reserva Nacional Lago Jeinimeni, una de las mejores decisiones que podríamos haber tomado.

Está bien, existen muchos otros lugares con nombres parecidos en San Pedro de Atacama, el escorial del Llaima en Conguillío, y algunos otros más, pero lo cierto es que cada uno tiene su encanto propio y coinciden casi únicamente (aparte del nombre) en lo surrealista y extraño de los paisajes que ofrecen.

©Vicente Weippert
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Para llegar, se debe salir de Chile Chico en dirección al Paso fronterizo Río Jeinimeni y aproximadamente a 2 kilómetros tomar el desvío hacia la derecha que indica la llegada al aeródromo por la ruta X-753. De ahí en adelante se sigue en vehículo por otros 20 o 30 minutos, mientras el paisaje se hace cada vez más desértico y adquiere un especial parecido con el altiplano nortino. La llegada está bien señalada, y si se va en un auto con tracción a las 4 ruedas se pueden ganar unos 2 kilómetros en un camino que acerca al lugar, los que de otra forma habría que caminar.

©Vicente Weippert
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Subimos en dirección contraria a la que sugería la infografía que hay en el estacionamiento, principalmente porque es un sector donde hay 4 o 5 atractivos más y no andábamos con todo el tiempo que hubiésemos querido (el valle lunar es lo último que se visita en el circuito completo). Fueron unos 40 minutos de subida muy pronunciada por un sendero bastante bien marcado, y que a decir verdad, hasta último momento no parecía prometer demasiado, más allá de la vista en altura que se tiene de la estepa casi interminable y el lago General Carrera a lo lejos. Por suerte nos equivocamos, ¡y de qué forma!

©Vicente Weippert
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Al llegar arriba casi todo parece como de fantasía. Rocas llenas de agujeros, arenas blancas, un valle lleno de riscos rojizos, acantilados pronunciados y una vista increíble de la pampa. Tremenda primera impresión. Tan así fue, que el plan original de llegar al lago Jeinimeni fue un fracaso rotundo que solo se explica por el hecho de que estuvimos dos horas arriba en el Valle Lunar y se nos pasó la tarde en eso.

©Vicente Weippert
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La visión panorámica que se tiene desde algunas rocas, a las que es muy sencillo subir, amerita sentarse y mirar, mirar mientras pasa el tiempo y avanzan las nubes. Fue exactamente eso lo que hicimos, dos horas contemplando y sacando fotos, y que de no ser por el viento gélido y algunas gotas que empezaron a caer, podrían haber sido aún más. Cuando ya no pudimos con el clima, bajamos, nos subimos al auto y volvimos a Chile Chico.

©Vicente Weippert
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Resultó ser que después de un mes de ver todos los días bosques, glaciares, lagos, ríos y cascadas, nos acostumbramos a eso y casi dejamos de sorprendernos. Así fue que decidimos pasar a Chile Chico por cumplir, sin tenerlo en el itinerario, y terminamos en uno de los lugares más sobrecogedores de todo el viaje. Al final fue lo último que conocimos antes de volver, la mejor forma de terminar un viaje redondo y casi de casualidad… cosas que pasan.

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