Muchas veces hemos escuchado que para ir a la Carretera Austral necesitamos un auto muy equipado, pues los caminos son malos. Si bien contar con un auto 4WD te facilita el poder acceder a ciertos trayectos secundarios muy específicos, o transitar sobre la nieve y el hielo durante el invierno, la verdad es que para recorrer la carretera propiamente tal en verano y acceder a sus principales atractivos, solo se requiere motivación.

Tuve la suerte de conocer este camino en 1983, justo un año después de que se abriera el primer tramo de 420 kilómetros, entre Chaitén y Coyhaique. Esa vez lo recorrí a dedo y posteriormente por distintos medios, hasta que en 1990 y 1993 nos aventuramos en un Volkswagen Escarabajo. La primera vez sólo llegamos a Coyhaique, y la segunda lo hicimos desde Osorno, donde estacionaba mi auto para viajar durante el año por el sur de Chile.

En esta oportunidad nos concentramos en la parte sur de Aysén para descubrir toda el área del Baker y el General Carrera. Conocimos rincones alucinantes, como el entonces desconocido lago Leones, al cual llegamos a caballo y a pie.  Nuestro objetivo era llegar hasta el final de la Carretera Austral, que en ese entonces culminaba poco más de 100 kilómetros al sur de Cochrane, precisamente donde se estaba construyendo el puente sobre el río Ñadis. Justo aquí nos tomamos esta fotografía, rodeados por el maravilloso bosque del fin del mundo. De Tortel y Villa O’Higgins ni soñar. Pasarían muchos años hasta que el camino accediera hasta estos apartados rincones de la Patagonia.

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