¡¿Vas a volver a ir a …?! ¿A quién no le han hecho esa pregunta? Vas a un lugar, te encanta, quieres volver a ir, quieres conocer cosas nuevas, quieres revivir la experiencia, te acomodó… vaya uno a saber qué fue, pero quieres volver.

Puede ser un lugar cerca de tu casa, como puede ser uno lejano, o uno que simplemente queda al otro lado del mundo. Tienes conocidos, o tal vez no conoces a nadie, pero de seguro que quieres ir una vez más.

Eso me pasó con las Torres del Paine. En un grave error de mi parte, no fui hasta que tenía 25 años, una edad tardía para iniciarse en la Patagonia chilena.  Ya conocía hasta Caleta Tortel, pero la estepa Patagónica todavía estaba lejos de mis planes. Desde ese año me prometí volver al menos una vez al año, dos años no lo he cumplido, pero el resto sí, he vuelto, y en mi mejor año… 3 veces. Por lo que ya cuento con cerca de 20 visitas al parque en los años 2005, 2006, 2008, 2009, 2010, 2011, 2013, 2014, 2015 y 2016.

Primavera de 2015. Después de una intensa nevada, el amanecer en el mirador de la base de las Torres, probando nuevos ángulos desde un punto ya muy retratado. ©Sebastián Wilson
Primavera de 2015. Después de una intensa nevada, el amanecer en el mirador de la base de las Torres, probando nuevos ángulos desde un punto ya muy retratado. ©Sebastián Wilson

Los que me hicieron la pregunta fueron a veces familiares, otras amigos, incluso desconocidos ¿Vas a volver a ir a Torres del Paine? Los cerros no se han ido, no han cambiado mucho, eran de las “razones” que me daban para demostrar su incredulidad frente a ms intenciones de volver.

Pero recordemos que el año 2005 y 2010 se quemaron miles de hectáreas en el parque, cambiando drásticamente el paisaje. Hay estaciones marcadas que lo hacen mostrar una cara muy distinta cada 3 meses; hay inundaciones, nevadas extremas, deshielos, en fin, es un paisaje muy dinámico, y de una belleza inigualable.

©Sebastián Wilson
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Claro, si lo analizamos fotográficamente, el macizo podría estar mirando hacia el norte, así le llegaría el sol de invierno a la cara de los cuernos en vez de tenerlo siempre a sus espaldas, convirtiendo el circuito W en un hermoso paseo dentro de un refrigerador. Tal vez el sol podría salir siempre por un mismo lado sin variar su ángulo, para tener una luz homogénea al amanecer en la cara de las torres, pero no, el planeta se mueve y hace que todo cambie.

©Sebastián Wilson
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¡Vamos en verano! dicen muchos. Pero son demasiados los que dicen lo mismo. Si hay una fecha en la que no me gusta visitar el parque es verano. Se llena, los campings están llenos, los baños colapsan, el silencio del amanecer en las Torres no existe. Además que con lo inestable que es el clima en la Patagonia, por ser verano uno ni siquiera asegura en un 100% que el clima sea bueno, de hecho, es más inestable que en otras épocas del año. Hay más viento y muchísimas horas de sol, lo que nuevamente para el fotógrafo no es fácil, ya que las horas de luces azuladas y anaranjadas del amanecer y atardecer prácticamente son toda la “noche”, y en el día hay que caminar.

©Sebastián Wilson
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¡Vamos en otoño! dicen menos. Esa es una mejor idea. Sí, hace un poco más de frío, pero las lengas vistiéndose de rojo y naranja, un poco más de nieve en el macizo, menos gente en los campings y caminatas, hacen que el otoño sea realmente espectacular. También hay menos frecuencia de buses y el catamarán sólo navega una vez antes de cerrar la temporada el 30 de abril, pero vale la pena. Los amaneceres y atardeceres son a horarios más prudentes y siguen siendo largos, así que los podemos aprovechar. Para mí, el otoño es el mejor.

©Sebastián Wilson
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¡Vamos en invierno! dicen muy pocos. De hecho lo más cercano al invierno que estuve, fue para el 21 de mayo. Hacía harto frío, estaba nevado hasta bien abajo y no fue simpático caminar con el sendero cubierto de hielo y resbalarse con cada paso (declaro mi mal equipamiento al no ir con crampones). En la noche la temperatura bajó a -10 por lo menos y después de un rato de no sentir mis pies, decidí acostarme. Eran las 19:30h. En invierno tal vez es mejor estar en los caminos del parque que lo rodean, así vemos desde lejos el espectáculo invernal.

©Sebastián Wilson
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¿Y en primavera? Es lindo, no hay tanta gente, los neneos florecen, los guanacos tienen a sus chulengos, se llena de aves, la fauna está en full crecimiento. El horario es muy similar al de otoño, el clima no es tan malo, pero como siempre inestable. Me ha gustado volver en primavera, claro está que uno puede recibir una nevada. En el valle del Bader me tocó una, nada terrible, pero algo que no esperábamos y que cubrió con un manto blanco el valle de todas maneras.

Si lo miro con ojos más profesionales, ha sido bueno volver. Conocer más un lugar nos permite querer buscar nuevas cosas. No he querido repetir año a año las mismas fotos, al contrario, siempre quiero algo nuevo. No es fácil, pero me permite volver a Torres del Paine con nuevos ojos, buscando ese algo nuevo.

©Sebastián Wilson
©Sebastián Wilson

Pero lo más importante para mí, es volver, respirar ese aire puro, ver esas nubes que cambian minuto a minuto, sentir la nieve bajos tus pies, la lluvia, ese viento huracanado, los ríos y riachuelos que entregan agua pura, de esa que puedes tomar directamente. Dormir bajo los bosques de lengas, con ese movimiento constante de sus ramas, que convierten el viento en un murmullo constante que te invita a dormir, a ver cómo el sol baña el granito con sus diferentes colores, convirtiendo el paisaje en cada minuto. Escuchar el silencio desde los miradores del Glaciar Grey, sentir los estruendos de las avalanchas de hielo y nieve que se desprenden de los glaciares, en fin, millones de razones por las que quiero volver.

Al igual que el paisaje ha evolucionado en todos estos años, les dejo una galería de fotos de mi evolución en Torres del Paine.

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