No es por casualidad que al bosque de la Reserva Nacional Isla Mocha, se le haga tan distinguida calificación: Su geológico origen tardío, le permitió desarrollarse en casi completa desconexión con todos los sistemas que operaban en el continente, salvo aves y polen que transportaba el viento.

La llegada del hombre no le presentó demasiados inconvenientes. Sus primeros habitantes, los lafkenche, ya la consideraban sagrada. Según su cosmología, al momento de morir, los espíritus abandonaban sus cuerpos y se dirigían hacia la isla para renacer en ella, cruzando el mar en el lomo de una ballena.

©Javiera Zerene Zerene y Álvaro Roman Schuster
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La Reserva es en sí misma, un gigantesco morro con forma de ballena que sobresale del mar, decorando con elegancia el horizonte. Sus senderos, cruzan de lado a lado este lomo conectando las dos caras de la isla. En la cara este, con vista al continente, se encuentra casi la totalidad de la población, y en la cara oeste, infinitas playas de praderas verdes y arena anaranjada.

©Javiera Zerene Zerene y Álvaro Román Schuster
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Iniciar el sendero requiere fortaleza física y mental, por lo inclinado del primer segmento de montaña. Los pasos serpentean cuesta arriba, con respetuosos escalones armados en las raíces de arrayanes gigantes y olivillos costeros.

©Javiera Zerene Zerene y Álvaro Román Schuster
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De esta manera, la caminata al interior del bosque asombra por su humedad constante y fresco aroma nativo, matizado constantemente por la graciosa compañía del despreocupado chucao y el sonido del viento marino revoloteando las copas de los enormes árboles allá en lo alto del cielo.

©Javiera Zerene Zerene y Álvaro Román Schuster
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Los distintos tipos y estados en los que se encuentra la vegetación, permiten generar microambientes adecuados para el desarrollo de distintas especies. Es así, como la cuidadosa contemplación de un gigante caído y sus alrededores, puede regalarnos preciosos instantes de observación de un sinnúmero de musgos, líquenes, honguitos, aves y anfibios.

©Javiera Zerene Zerene y Álvaro Román Schuster
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©Javiera Zerene Zerene y Álvaro Román Schuster
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Si se cuida el silencio y la atención se dirige hacia la respiración, cruzar los senderos puede implicar un constante bombardeo de los sentidos, pudiendo convertir el viaje en una experiencia interior. Salir del bosque durante el atardecer en el lado oeste, es sin duda una gran aventura para vivir.

©Javiera Zerene Zerene y Álvaro Román Schuster
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El bosque de la reserva es un lugar enorme y las distancias a cubrir son considerables, por lo que tomarse esta experiencia con la atención que se merece, puede requerir algunos días. En la punta norte de la isla, existe un lodge del mismo nombre, que puede proveer la mayor movilidad para maximizar esta experiencia.

©Javiera Zerene Zerene y Álvaro Román Schuster
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Isla Mocha es un tesoro descubierto pero aún no reclamado. Disponible para todo aquel quien busque un espacio en blanco, es una aventura con el potencial de transformar lo que hay dentro de nosotros mismos; como una experiencia mística o espiritual, puesto que el espíritu de la isla puede actuar sobre todos aquellos quienes estén dispuestos a recibir su mágico encanto de transformación natural.

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