Corriendo a paso firme en la vorágine de fin de año y a un par de días de Navidad, muchas familias de nuestro país usan su tiempo libre para comprar regalos e ingredientes especiales para sus banquetes festivos y, de paso, entretener a hijos, nietos o sobrinos que salieron de clases y que esperan con ansias gastar sus energías en las esperadas vacaciones de verano. Como el tiempo es ajustado, qué mejor que ir al mall, aquel edificio compuesto por diversas tiendas que facilitan el pago en múltiples cuotas, supermercados con productos nacionales e internacionales que ofrecen promociones de “lleve tres y pague dos,” restaurantes gringos, italianos, japoneses y patios de comida rápida, e incluso alguna sala de cine o bowling.

Mall Parque Arauco (2015) © Tour Santiago
Mall Parque Arauco (2015) © Tour Santiago

Para el citadino chileno, y en especial para el santiaguino, el mall es más que un centro comercial, es un panorama, un paseo de fin de semana, un lugar seguro, limpio, climatizado (1) y de acceso democrático, una vitrina de encuentro social, un espacio privado disfrazado de espacio público. Esto se explica porque hoy en día los malls, además de diversificar la oferta de productos, venden también una “experiencia amena” como una estrategia comercial para atraer al público consumidor (2). Pareciera que esta idea del mall donde todos ganan, comerciantes que atraen público y venden y consumidores que compran en un ambiente seguro, no es algo que en sí esté mal. Sin embargo, continúa resonando que un núcleo de consumo como el mall sea uno de los principales lugares de entretención de nuestra sociedad.

La problemática del mall se puede entender de manera clara y sintética en el texto de la académica Margaret Crawford, “Suburban Life and Public Space,” donde la autora aborda las tres narrativas negativas dominantes asociadas a estos recintos: primero, ser una tipología arquitectónica rígida, segundo, ser una experiencia de suburbio que pretende ser urbana pero que no lo es y tercero, ser un “vehículo para el continuo proceso de mercantilización donde un amplio rango de experiencias sociales y comunales son absorbidas por el comercio” (3). La idea referida a que el comercio fagocita experiencias sociales se entiende desde la perspectiva urbana en las palabras del arquitecto Mauricio Baros, quien explica que “el problema actual es […] la directa amenaza que esta nueva geografía mercantil representa para el espacio público en sí [… ya que] con la degradación y muerte de lo público muere, de alguna forma, el protagonista de este espacio que es el ciudadano” (4).

Unter den Linden at Berlin in a View © Johann Stridbeck en Henry W. Lawrence, City Trees. A Historical Geography from the Renaissance through the Nineteenth Century (2008), 33
Unter den Linden at Berlin in a View © Johann Stridbeck en Henry W. Lawrence, City Trees. A Historical Geography from the Renaissance through the Nineteenth Century (2008), 33

Lo interesante es que la noción de espacio público y su rol como formador de ciudadanos es un tema decimonónico recurrente en el discurso y forma de proyectar de uno de los más importantes arquitectos del paisaje de la historia estadounidense, Frederick Law Olmsted, quien insistió en la figura del parque como una instancia urbana capaz de generar roce social y con ello de civilizar y educar a la clase trabajadora y menos favorecida del siglo XIX. Entonces, si las personas van al mall buscando acceso a un espacio público y lo encuentran en este paseo comercial privado, ¿será porque faltan espacios públicos de calidad en la ciudad y con ello mejores lugares de recreación como parques, avenidas y plazas?

Curiosamente, y para reforzar la idea de que el éxito del mall se debe en parte a la inexistencia o mala calidad de espacios públicos en la ciudad, el origen de la palabra se encuentra en una figura de paisaje. El palemail (en francés) o pall mall (en inglés) fue un juego similar al croquet de origen italiano –pallo a maglio– que se popularizó en Francia a principios del siglo XVII. En 1597 se construyó la primera “cancha” en las afueras de París, plantándose hileras dobles de árboles para su práctica. La construcción de los mail, o de las filas de árboles para el juego se replicó en diversas provincias francesas y en la misma capital (5). Con el tiempo, y a la par del crecimiento de las ciudades, estos dispositivos de juego se transformaron en una de las primeras formas de arborización urbana pública.

 

Entonces, ¿cómo construir una ciudad de espacios públicos atractivos, seguros y activos que respondan a la hiperventilada sociedad contemporánea? ¿Y cómo transformar estas instancias privadas de uso público en parte de la ciudad y el paisaje? ¿Cómo hacer que el mall sea más pall mall asumiendo su vocación pública? ¿Cómo disociar la idea de recreación y descanso con el concepto de consumo?

 

Video
Arcade of Fire, Sprawl II (Mountains Beyond Mountains) (2011) © YouTube

 

Este artículo también lo puedes leer en Lofscapes

 

Notas al Pie

(1) Ver Cáceres, Sabatini, Salcedo y Blonda, “Malls en Santiago: luces y claroscuros,” ARQ 62 (Marzo 2006), 49.

(2) Ver Cáceres, Sabatini, Salcedo y Blonda, 49.

(3) Ver Margaret Crawford, “Suburban Life and Public Space” en Sprawl and Public Space: Redressing the Mall (New York: Princeton Architectural Press, 2002).

(4) Ver Mauricio Baros “De la Casa al Mall, Privado v/s Privado,” ARQ 53 (Marzo 2003), 6.

(5) Ver Henry W. Lawrence, City Trees. A Historical Geography from the Renaissance through the Nineteenth Century (Charlottesville: University of Virginia Press, 2008), 32.

Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...