Sección del rio Biobío entre las represas Ralco y Pangue. ©Daniela Taurina
Sección del rio Biobío entre las represas Ralco y Pangue. ©Daniela Taurina

El Biobío es una leyenda. Durante los años 80 y parte de los 90, desde todas partes del mundo llegaban “gringos locos” a remar en sus poderosas aguas blancas. Ellos realizaban expediciones de varios días en kayak o balsas de rafting, navegando largos trechos llenos de monstruosos rápidos y asombrosos paisajes. El río Biobío fluía por valles inalcanzables para la codicia del hombre occidental. En esos lugares habitaba el pueblo pehuenche, quienes respetaban y reverenciaban al “Butalebú”, o río grande, como ellos en antaño lo llamaran.

Cerro La Pepa desde el embalse Angostura. ©Paulo Urrutia
Cerro La Pepa desde el embalse Angostura. ©Paulo Urrutia

Luego llegó Endesa, llegamos nosotros, los winka, y nuestra “necesidad energética”. El 22 de mayo de 1990 el Estado chileno autorizó la construcción de la central hidroeléctrica Pangue. El lugar donde Endesa quería construir la central correspondía a las tierras del pueblo pehuenche, donde no solamente tenían su hogar y obtenían su sustento, sino que donde también se encontraban sus sitios sagrados y cementerios ancestrales. Inmediatamente surgió una fuerte oposición al proyecto debido al impacto en las formas de vida de siete comunidades que residían en el área de inundación del embalse, además de los irreversibles cambios ambientales en la cuenca del río. La presión ejercida por los grupos contrarios a la construcción de la central fue contundente, llegando a lograr el apoyo de sectores ecologistas norteamericanos. Hubo rabia e indignación convertida en acción; movimientos ciudadanos como el Grupo de Acción por el Biobío protestaron en conjunto con pobladores pehuenches, realizando demandas legales y grandes manifestaciones en contra de la construcción de Pangue. Sin embargo, a pesar de la gran desaprobación hacia el proyecto hidroeléctrico, la central Pangue fue puesta en funcionamiento en 1996.

Central Angostura liberando agua. ©Paulo Urrutia
Central Angostura liberando agua. ©Paulo Urrutia

Después de Pangue fue el turno de la central hidroeléctrica Ralco, ante la cual se repitió la misma historia de protestas y demandas, las cuales rebotaron ante una gruesa pared de intereses privados y políticos estrechamente aliados. Prueba de ello fue la destitución en 1997 del director de la CONADI Mauricio Huenchulaf, quien se planteaba en contra del proyecto. Un año después, en 1998, se aprueba la construcción de la represa, la cual fue inaugurada en 2004 durante la presidencia de Ricardo Lagos. Doce años luego de este suceso, es triste saber que la comuna de Alto Biobío posee una de las mayores tasas de suicidio, alcoholismo y pobreza en Chile. Toda la riqueza prometida por Endesa se tradujo simplemente en una de las tarifas eléctricas más caras del país.

Sector del rio Biobío entre las represas Ralco y Pangue. ©Daniela Taurina
Sector del rio Biobío entre las represas Ralco y Pangue. ©Daniela Taurina

Para quienes decimos amar el aire libre y la naturaleza, parece extraño pensar en la historia política detrás del verde escenario que recorremos maravillados, muchas veces inconscientes de las luchas de poder que configuran los territorios y paisajes. Nos imaginamos los paisajes prístinos como cuadros, paisajes inmóviles y sin historia. Pero qué tal si a ese cuadro le agregáramos una pequeña mancha verde en una esquina, un grupo de carabineros golpeando a un comunero que lucha por la recuperación de su tierra. Entonces el paisaje cobra vida, real y dolorosa, y su historia representa las penurias que los trazos demasiado verdes suelen esconder. Hace pocos años el río Biobío fluía libre e incontenible, mientras que “ahora produce energía para nuestro glorioso país y sus aguas ya no se desperdician en el mar”. El escenario se presenta desalentador. Recientemente fue finalizada la construcción de Angostura, la tercera central hidroeléctrica en la cuenca del Biobío. Adicionalmente, ya están a punto de ser aprobadas dos centrales más: Frontera y Rulcahue.

Sección Balseadero Callanqui del rio Biobío, con mucha agua. ©Daniela Taurina
Sección Balseadero Callanqui del rio Biobío, con mucha agua. ©Daniela Taurina

Hoy en día los rápidos del Biobío representan una mínima fracción de lo que eran antes, pues el río ha sido represado en tres secciones de su recorrido, con nefastas consecuencias para los habitantes de la zona, tanto como para el ecosistema fluvial. Sin embargo, este antiguo titán aún no ha sido completamente domado. Todavía son bravas sus aguas, y si bien no tan salvajes como antes, siguen representando un gran desafío para aquellos dispuestos a descender por él. Es en estos rápidos donde, entre amigos, hemos aprendido a montar olas y descubrir las líneas del río, a jugar en sus aguas con nuestros coloridos botecitos de plástico, nuestros kayaks. En este lugar hemos forjado amistades y cariño hacia los paisajes y las personas que lo habitan.

Camino al río Biobío. ©Paulo Urrutia
Camino al río Biobío. ©Paulo Urrutia

Es por esto que los invitamos a Alto Biobío. Los invitamos a caminar por sus bosques de viejos robles, coigües y cipreses, escalar sus cerros y volcanes, recorrer sus lagunas y sentir las aguas del gran río. Pero también los invitamos a conversar con las personas, a recorrer los paisajes de la memoria, no sólo ir, fotografiar y volver a la ciudad con una buena imagen para Instagram. Abandonar un rato la cámara y mirar atentos las líneas del río, que tanta vida y muerte ha visto. Abramos nuestros sentidos al agua y la tierra que cautivan al cuerpo con sus colores, olores y sonidos. El Alto Biobío, pese a todo, sigue siendo un lugar majestuoso.


Referencias

Proyecto Memoria Chilena de la Biblioteca Nacional de Chile
www.derechos.org

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