Como arquitecta nunca había escuchado hablar de Gilles Clement;  paisajista, botánico, activista ecológico, ensayista, profesor de la Escuela Superior de Paisaje de Versalles y diseñador de diversos espacios públicos, entre ellos el aclamado Parc de Citroën en Paris (1992).

A pesar de su vasto currículum, Clement se define a sí  mismo como un jardinero, puesto que, a diferencia de la gran mayoría de los paisajistas, no trabaja con modelos, sino que proyecta in situ.

©Gilles Clement
©Gilles Clement

El año 2008 estudiando un magister en Paisaje, leí un texto breve de Clement, el “Manifiesto del Tercer Paisaje”. En términos simples, el autor establecía una analogía entre el jardín y el planeta. Ambos tenían en común ser un espacio de límites definidos y tener al hombre como administrador. En el jardín planetario el hombre determinaba dónde, cómo y qué se intervenía. El resultado era la modelación del paisaje que presenciamos a diario. Ciudades, infraestructuras, desarrollos agrícolas y de forestación, todos tenían un denominador común: habían expulsado de ellos la biodiversidad. Salvo las reservas y parques resguardados, el hombre avanzaba, de acuerdo a Clement, sin prejuicio sobre el territorio. A partir de esta relación era posible instaurar la existencia de un Tercer Paisaje que se configuraba en el “fragmento no decidido del jardín planetario”.

Estos paisajes eran posibles de hallar en sitios inaccesibles, terrenos baldíos, y retazos en los que el hombre, por diversidad de motivos, no podía acceder con sus máquinas. La aparente negligencia humana había permitido que estos sitios se desarrollaran en el tiempo con total libertad, albergando múltiples plantas y micro fauna, y constituyéndose así en refugios para la biodiversidad.

“The Fence”
“The Fence”

La lectura me llevó a recordar una imagen y un texto. La imagen, es una ilustración que por ese entonces daba vuelta en Internet, de la cual desconozco el autor: “The Fence”. En ella se observa una secuencia del planeta tierra en cuatro tomas, desde el 8.000 AC hasta la actualidad. En el primer encuadre los hombres aparecen encerrados en una reja como el espacio de control en un planeta mayoritariamente salvaje. En las dos tomas siguientes el trazado de la reja se va desplazando, aumentando así el territorio dominado por el hombre y disminuyendo la superficie indómita representada por una zona boscosa. Finalmente, en el ultimo encuadre, la relación inicial se invierte, donde se muestra una pequeña reja que delimita la superficie no intervenida por el hombre y que sirve de refugio para la vida salvaje. En contraposición, la tierra se visualiza como una zona homogénea donde se ha expulsado la flora y la fauna.

Al observar la secuencia, imaginé que el Tercer Paisaje descrito por Clement se localizaba una parte en la porción de tierra al interior de la ultima toma y la otra, en todos aquellos pequeños tramos, por escala imposibles de distinguir en la ilustración, que el hombre sencillamente se había olvidado de intervenir en su avance voraz.

Recordé también el texto “Presente y Futuros, la arquitectura en las ciudades”, del arquitecto Ignasi Sola Morales, publicado en 1996 y que leí como estudiante en la Escuela de Arquitectura. En él se definían cinco  categorías bajo las cuales se construía la ciudad: la mutación, el flujo, las habitaciones, los contenedores y, por último, el Terrain Vague, definido por el autor como la forma de la ausencia. Ubicados en los que comúnmente llamamos un sitio eriazo, los Terrain Vagues se presentaban como los lugares que albergaban la memoria histórica de las ciudades, pero también como una interrogante para arquitectos y planificadores. ¿Como integrar estos vacíos al tejido urbano sin perder con ello los atributos de libertad e indefinición que lo caracterizan?

Como ejemplo de esta dicotomía entre ausencia y memoria se muestran a continuación dos imágenes de la película “Wings of Desire” de Wim Wenders, filmada en Berlín previo a la caída del muro. En la escena, dos personajes recorren pausadamente un terreno baldío mientras uno se pregunta con extrañeza porqué no encuentra Potsdamer Platz, el antiguo núcleo comercial que alguna vez se estableció en ese sitio, ahora desolado tras la guerra.

Imagen de la película “Wings of Desire”, de Wim Wenders
Imagen de la película “Wings of Desire”, de Wim Wenders
Imagen de la película “Wings of Desire”, de Wim Wenders
Imagen de la película “Wings of Desire”, de Wim Wenders

Tomando las definiciones de Clement y Sola Morales, el “Tercer Paisaje” y el “Terrain Vague” pueden compartir un territorio geográfico, sin embargo los puntos de vista presentados por cada autor difieren respecto a su interpretación y relevancia.

Clement, el jardinero, los considera como los sitios de mayor riqueza por su complejidad ecológica, mientras lo que se encuentra fuera del tercer paisaje, tiene la homogeneidad que se observa como la superficie actualmente predominante en la última toma de “The Fence”.

Sola Morales, el arquitecto, los presenta como sitios de ausencia que se contraponen a una ciudad saturada de elementos y estímulos, cuya condición permite la interpretación de ellos por parte de los habitantes.

Desde la evidente función de refugio biológico a la espera de una vocación, la contraposición de ambas miradas sobre un mismo problema propone una disyuntiva para quienes nos encontramos entre la arquitectura y el paisaje. ¿Es posible ser arquitecto y paisajista al mismo tiempo?, o bien, ¿Se hace necesario situarse en una de las dos veredas para establecer visiones estratégicas respecto a la planificación del territorio y las ciudades?

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