“La territorialidad humana ha sabido sobreponer a la realidad objetiva del medio ambiente, a la naturalidad del sistema ecológico, una realidad proyectual subjetiva, fruto de la acción humana que se plasma en el territorio” (F.Lando)

Hace aproximadamente un año, salieron a la luz cifras que afirmaban que por primera vez en la historia, la población mundial urbana supera a la rural. Este fenómeno, es aún más evidente en Chile, donde la cantidad de personas que habitan en ciudades corresponde al 86,6% y aquella que habita en el resto del territorio, a un pequeño 13,4% . Este enorme 86,6% de la población vive sólo en el 0,2% de la superficie de nuestro país, dejando un inmenso territorio lleno de potencialidades, de lado. Estos territorios no urbanizados son principalmente vistos como áreas productivas y explotables asociadas a actividades económicas, o como áreas de resguardo natural que merecen ser protegidas, pero olvidamos a veces un tercer elemento, más difícil de observar a simple vista, aquel que guarda relación con las personas que allí habitan y la forma en que construyen y modifican el territorio, plasmándolo de huellas aprendidas que evocan a tradiciones y culturas heredadas.

Cerro la Virgen, Coyhaique. Créditos: Joaquín Andrés.

“El lugar, el territorio, el paisaje es el resultado de la iniciativa humana, el producto de ese complejo sistema de valores culturales, las tradiciones, las motivaciones sociales, políticas y actitudes que conforman la cultura de una sociedad.” (F. Lando)

Este tercer elemento, es el que compone el concepto de paisaje cultural. Estos son en lo concreto, áreas geográficas transformadas mediante un grupo cultural a partir de un paisaje natural. Se entiende la cultura como el agente, el área natural como el medio y el paisaje cultural como el resultado. Hoy en día, podemos entender estos paisajes culturales como partes de un binomio que ha cobrado particular importancia en las últimas décadas debido a la velocidad de cambio generada por el mundo globalizado y a la más bien reciente valorización por el pasado y la historia como agentes claves para el futuro. Este binomio es: naturaleza y cultura, no una primero ni una sobre la otra, sino ambas como partes fundamentales de un concepto único: patrimonio.

Este patrimonio dual, además de evidenciarse a simple vista en una dimensión material,  como podríamos observar en las construcciones de cactus que actúan como cerramientos de potreros en el norte de Chile, o en una antigua cruz blanca que reluce en un paisaje hoy despoblado y antiguamente habitado en la Patagonia, nos habla también de una dimensión simbólica y espiritual, al contarnos, sin darnos cuenta que las estamos escuchando, historias ancestrales, cantos traspasados de generación en generación de los cuales sus ecos resuenan hasta el día de hoy.

Ya sea en la forma de encerrar un piño de ovejas, la manera en que se trabaja un territorio en pendiente para cultivarlo o las ruinas de  una edificación de piedra en medio del desierto, cuando vamos por el camino y nos preguntamos a que responde aquello que vemos, muchas veces la respuesta se encuentra en una forma mucho más antigua de comprender el territorio.

Estos significados que cargan los lugares, nos llevan a viajar a tiempos inmemorables. Si observamos con detención la sabiduría de ciertos asentamientos territoriales donde los climas austeros dificultan cualquier labor, podemos encontrar una serie elementos que nos llevarán a las prácticas heredadas de pueblos originarios por desenvolverse en el territorio.  Sin embargo,  al mismo tiempo es posible reconocer una belleza sutil en la estética asociada a un paisaje mas contemporáneo. Formas de habitar que conviven con elementos de este tiempo. Una parada en la carretera o un puesto estacionario construido con partes de un autobús abandonado pueden construir los nuevos paisajes culturales de nuestro tiempo.

Trastienda de los desechos mineros. Créditos: Marco Zegers.
Trastienda de los desechos mineros. Créditos: Marco Zegers.

Ambas caras de la moneda conllevan a la búsqueda por  consolidar una imagen de estos paisajes. Una que no se encuentra necesariamente ligada a una despampanante belleza natural, ni tampoco a una responsabilidad evidente por un tema controversial. Es más bien la intención de consolidar una estética, una sutil búsqueda de relaciones. Un retrato histórico hecho en el presente que busca evocar a la imaginación, a pensar en los que habitaron anteriormente o que tipo de actividades se llevaran a cabo en lugares tan remotos .

El mundo de la imágenes nos ha hecho viajar y coincidir en conversaciones sobre lugares en los que nunca hemos estado, los conocemos tan bien que creemos saber como se vive y hasta imaginamos su olor. La elaboración de estas imágenes alberga miles de historias, miles  que no sabemos, lugares que no son tan perfectos ni tan singulares, imágenes que se han presentado en diferentes  viajes y que, en su conjunto, nos van contando la historia de los diferentes paisajes culturales.

Desert Infrastructures & El Paisaje Mineral Tiene El Cielo Celeste y Dos Montañas Blancas. Créditos: Marco Zegers.
Desert Infrastructures & El Paisaje Mineral Tiene El Cielo Celeste y Dos Montañas Blancas. Créditos: Marco Zegers.

(1) F. Lando, “Narrare i luoghi in: una rete nella laguna. Raccontare l’ambiente…”, IRRE Veneto, Comune di Venezia ‘Assessorato alla Pubblica Istruzione, 2001.

(2) Sabaté, Joaquim. “Patrimonio y proyecto territorial : Colonias, Sèquia de Manresa y Delta del Llobregat”, Barcelona, España. 2004

(3) “Chile 2030 II: Cifras para pensar en el futuro de las ciudades”, Plataforma Urbana (en línea). 2008, Disponible en: http://www.plataformaurbana.cl/archive/2008/02/21/chile-2030-ii-cifras-para-pensar-en-el-futuro-de-las-ciudades/

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