Enfrentémoslo: muchos nos quejamos de vivir en la ciudad. Y sin embargo, casi todos vivimos y hemos vivido siempre en ciudades. Admiramos a los pocos que emigran, y nos lamentamos y compadecemos de todos los que llegan (y ojo que esto se cruza con otro gran problema en Chile, el de la centralización). Pero nos quedamos, y así, actualmente más del 50% de la población mundial es urbana, mientras en Chile, la cifra es cercana al 87%, lo que significa que acá alrededor de 15 millones de personas viven en urbes (INE, 2010). Y la tendencia es al alza.

Es urgente no odiar las ciudades. No porque estemos condenados a vivir en ellas ni porque es la tendencia global, o porque sea la única manera de conservar áreas de naturaleza “silvestre” en un planeta de más de siete mil millones de habitantes. Debemos esforzarnos, porque ellas también pueden ser fuente de muchos beneficios ecológicos y sociales, y tener un papel importante en el camino hacia comunidades humanas sustentables.

San Cristóbal. ©Florencia Hepp
San Cristóbal. ©Florencia Hepp

Démosle una vuelta a esto:

Parque Meiji en Tokyo. ©Josefina Hepp
Parque Meiji en Tokyo. ©Josefina Hepp

Así la relación que se produce entre seres humanos y la naturaleza en general ocurre en espacios urbanos. Sencillamente porque aquí estamos la mayoría, la mayor parte del tiempo. Parques, ríos, jardines comunitarios, terrazas, techos verdes, el viento, la lluvia, todos ofrecen la oportunidad de relacionarse con la naturaleza, y si bien alguien podría decir que no son elementos completamente “naturales” –aunque hoy en día, ¿qué porción de nuestro planeta no está intervenido de alguna forma?–, al menos dan la idea y la sensación de lo natural. Y ese encuentro es necesario, nos hace bien.

Cordillera desde el San Cristóbal. ©Florencia Hepp
Cordillera desde el San Cristóbal. ©Florencia Hepp

Detengámonos en esto último y pensemos por un minuto en los encuentros significativos con la naturaleza que pueden existir en la ciudad donde vivimos. Acá va una pequeña lista de algunos de mis lugares o instancias favoritas (y de los amigos o familiares a los que les hice una pequeña encuesta):

 

La ciudad es el hábitat que una cantidad impresionante de personas ha elegido como el suyo, o quizás no han tenido elección. En ambos casos, y sobre todo en el segundo, el ambiente urbano merece nuestra atención, acción y respeto (y no nuestras constantes quejas, que son muy destructivas). Merece que nos detengamos a pensar cuáles son nuestros encuentros citadinos significativos con la naturaleza, y que los valoremos, protejamos y compartamos. Es parte de la fórmula para lograr una vida sustentable, para todos, en nuestro único planeta.

*Comentario aparte: En Tokyo, a pesar de lo inmenso y ajetreado, se han preocupado de mantener vastas extensiones de parques muy estéticos, como los Jardines Imperiales, y otros donde parece que uno estuviera dentro de un bosque (parque Meiji), en la mitad de la ciudad.

Jardín Imperial. ©Josefina Hepp
Jardín Imperial. ©Josefina Hepp

Sugerencias para leer:

De-Shalit, A. (2003) Philosophy Gone Urban: Reflections on Urban Restoration Journal of Social Philosophy 34:1.

Fernández-Chicharro, I. 2009. Recuperación de los Cerros Islas: ¿Una posible solución a los problemas ambientales de Santiago? AMBIENTE TOTAL 2:3.

Light, A. (2001) The Urban Blindspot in Environmental Ethics. Environmental Politics, 10:1, 7-35.

Light, A. (2003) Urban Ecological Citizenship. Journal of Social Philosophy, 34:1, 44-63.

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